De negro tan riguroso
como el luto de antaño,
así fue a Barcelona
nuestra Reina de España.
El vestido no llevaba
ni un hilo de otro tono
que no fuera el más fúnebre
de la gama de los negros.
Lucía el pelo corto
que le quedó sin melena
tras el corte a lo paje
que le dejó una tijera.
Las joyas se reducían
a los pendientes de niña
que subió a las orejas
como una dama triste.
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