Los hijos de los ricos son ricos. Lo dice la realidad que vemos y vivimos en nuestro día a día. Las estadísticas corroboran este hecho. Estudiando las cifras de la riqueza, se comprueba un ligero empeoramiento en nivel. Los padres ricos tenían un talento para multiplicar el dinero que no suelen heredar los hijos. Afortunadamente para esos pobres niños ricos, la pobreza no llamará a sus puertas: heredan millones, heredan contactos y heredan algo del talento de los padres y madres.
La crisis económica derivada de la pandemia ha jugado a favor de los ricos. Las elevadas tasas de desempleo generadas por la crisis económica del coronavirus han tirado hacia abajo de los salarios. Los excedentes brutos de explotación se han visto incrementados. Hay una desigual distribución de renta. Por eso los ricos son más ricos y los pobres somos más pobres. Por eso los niños ricos siguen estando en el lado vencedor. El sistema juega a favor de las Paris Hilton de turno.
En este mundo de ricos y pobres también hay que tener en cuenta el país de nacimiento. No es lo mismo haber nacido en un país pobre que haber nacido en un país rico. En un país rico tienes unas políticas económicas que, si bien no ayudan de todo a los pobres, sí les echan una mano. Pensemos, por ejemplo, en la enseñanza obligatoria gratuita o en la sanidad pública. Otra variable exógena para los individuos sería la geografía. Miremos el mapa del mundo mundial. Los países ricos suelen haber sido ayudados por la madre Naturaleza. El refrán de Dios aprieta pero no ahoga se cumple más en el mundo rico y se cumple más para la gente adinerada.
María Rey
Economista
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