Doña letizia sacó
de su armario de viejo
un vestido floreado
con el rojo muy presente
en la tela que cubría
casi su cuerpo entero.
Los zapatos le ponían
la altura que quería
para levantar del suelo
el floreado de moda
en los lejanos setenta.
Dejó la melena suelta
con ondulado risueño
y sus manos no sabían
si dar palmas o estar
quietas en un gesto serio.
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