En España, el sistema público de pensiones ha sido durante décadas uno de los pilares fundamentales del Estado del Bienestar. Sin embargo, en los últimos años, el debate sobre su sostenibilidad ha despertado un creciente temor entre los pensionistas actuales y futuros. Este miedo, aunque basado en fundamentos económicos objetivos como el envejecimiento demográfico o el aumento del déficit público, también debe analizarse desde una perspectiva psicológica y macroeconómica, como ya advirtiera el economista británico John Maynard Keynes a principios del siglo XX.
Jugando con ese miedo, muchos medios de comunicación intentan estos días de pago de la paga extra del verano, alarmar a los jubilados y jubiladas con presuntos retrasos del pago de sus pensiones por parte de los bancos. Nada de eso fue real. Los bancos fueron abonando las pensiones según sus fechas habituales. Que no cunda, pues, el pánico.
De este miedo que paraliza el consumo y la inversión, sabía mucho el famoso Keynes. El economista británico estudió el pánico a quedarse sin liquidez a nivel global. En aquel entonces, los jubilados todavía no eran un grupo importante.
Así, Keynes, en su obra Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero (1936), introdujo el concepto de la "preferencia por la liquidez" y el papel que desempeñan las expectativas en la economía. Según Keynes, cuando los agentes económicos —ya sean consumidores, empresarios o pensionistas— sienten incertidumbre respecto al futuro, tienden a retraer su consumo e incrementar su ahorro precautorio. Este comportamiento, racional desde la óptica individual, puede generar una caída de la demanda agregada que retroalimenta la desaceleración económica.
En este contexto, el temor de los pensionistas españoles a no cobrar sus pensiones contribuye a esa misma dinámica. Muchos optan por reducir su gasto, limitar inversiones o incluso transferir recursos a familiares más jóvenes para proteger el patrimonio familiar. Esta retracción del consumo no solo afecta al bienestar individual, sino que también limita el crecimiento económico nacional, especialmente en una economía como la española, fuertemente dependiente del gasto interno.
La importancia de la confianza es transcendental. También lo es la política económica. Keynes subrayaba que la política económica debía generar "animal spirits" —es decir, una confianza racional e incentivadora en el futuro— para estimular la actividad económica. En el caso de las pensiones, esto se traduce en la necesidad de reformas sostenibles, transparentes y creíbles que refuercen la confianza ciudadana en el sistema público. Reformas que no solo corrijan desequilibrios financieros, sino que también envíen señales claras de estabilidad a medio y largo plazo.
Es relevante recordar que el miedo, según la visión keynesiana, no es únicamente una emoción irracional, sino una variable macroeconómica que puede tener efectos reales sobre el ciclo económico. En consecuencia, gestionar el miedo colectivo —especialmente en grupos clave como el de los jubilados— se convierte en una tarea prioritaria para los responsables de la política pública.
El miedo de los pensionistas españoles a no recibir sus pensiones no puede analizarse únicamente desde una perspectiva contable o actuarial. Como nos enseñó Keynes, las expectativas y las emociones influyen decisivamente en la marcha de la economía. Reconocer este hecho y actuar en consecuencia, diseñando políticas que refuercen la certidumbre y movilicen el consumo y la inversión, es tan importante como equilibrar los balances. La economía, al fin y al cabo, también es una cuestión de confianza.
Por eso titulares como "Banco Santander en apuros: los usuarios enloquecen al no recibir a tiempo su pensión por problemas técnicos" de Economía digital, se valen de los miedos de la gente para conseguir más lectores. Es indigno. Deberían incrementar sus audiencias haciendo buen periodismo informativo y no tomando el atajo del presunto periodismo desinformativo y alarmista.
Comprendo la preocupación de los pensionistas por el futuro de sus pensiones. Yo también me siento preocupada. El número de pensionistas, en diciembre de 2024, era de 9,3 millones. De ellos, 4,7 millones son hombres y 4,6 millones, mujeres. Los ocupados son 19,5 millones. Es difícil cuadrar las cuentas cuando cada día hay más gente cobrando sus pensiones y hay menos gente financiando con sus cotizaciones las pensiones que cobran sus mayores. Problemas derivados, en buena medida, del sistema de reparto que tenemos rigiendo nuestra Seguridad Social.
Crucemos los dedos, pero la barca de las pensiones es una barca a la deriva. Es como el Tictanic con el capitán anunciando el choque con el iceberg en plena fiesta. ¿Qué podemos hacer? En el Tictanic, los de la orquesta decidieron seguir tocando sus instrumentos. Sigamos bailando, y que nos quiten lo bailado, que nos lo quitarán, cuando les dé la gana a los mandamás del mundo.
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Economista |
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