Se vistió doña Letizia
de hermana seria y casta
con un traje de chaqueta
tan gris como ese hábito
que llevan las monjas tristes
de nuestros conventos patrios.
A su lado la jordana
parecía la pastora
que reina en un cuento escrito
para dormir a los párvulos.
Una de hermana seria,
la otra con un dulce atuendo
de Dulcinea de África
parecían esas chicas
que cantan por los tablaos.
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