Negro y blanco, blanco y negro
con una falda de rayas
y esa blusa tan blanca
como la sábana triste
de la cama de un vampiro
iba Letizia a su curro
de reír y cobrar euros.
La melena que no crece
todavía en larguezas
la llevaba ondulada
y mecida por el viento
para darse unos aires
de señora ondulada
por la vida y por la suerte.
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