No comemos lo que queremos sino lo que podemos. La inflación en España ha transformado los hábitos de consumo de los hogares, y uno de los sectores más afectados ha sido el alimentario. El encarecimiento de frutas, verduras, pescado y carne fresca ha impulsado a los consumidores a optar por alternativas más económicas y duraderas: los alimentos procesados y ultraprocesados. Este fenómeno refleja cómo las tensiones económicas reconfiguran las prioridades de la cesta de la compra.
Los factores económicos determinantes del cambio de hábitos alimenticios son:
- Aumento de precios en productos frescos: La volatilidad de los mercados agrícolas y pesqueros, junto con el incremento de costes energéticos y logísticos, ha encarecido notablemente los alimentos frescos.
- Estabilidad relativa de los procesados: Los productos industriales, al estar sujetos a cadenas de producción más controladas y a economías de escala, han mantenido precios más competitivos frente a la inflación.
- Durabilidad y menor desperdicio: En un contexto de presión económica, los consumidores buscan minimizar pérdidas. Los procesados ofrecen mayor vida útil, reduciendo el riesgo de desperdicio alimentario.
- Elasticidad de la demanda: Los alimentos frescos muestran una demanda más sensible al precio, mientras que los procesados se benefician de una percepción de "valor seguro" en tiempos de incertidumbre.
Consecuencias en la economía doméstica:
- Reconfiguración del gasto: Las familias priorizan llenar la despensa con productos que aseguren disponibilidad a menor coste, desplazando la compra diaria de frescos.
- Impacto en sectores primarios: La menor demanda de productos frescos afecta directamente a agricultores, ganaderos y pescadores, debilitando la economía rural.
- Concentración de mercado: Las grandes industrias alimentarias refuerzan su posición, mientras que los pequeños productores enfrentan mayores dificultades para competir.
No cabe duda, pues, que la inflación ha acelerado el triunfo de los alimentos procesados sobre los frescos en España, no solo por conveniencia, sino por necesidad económica. Este cambio refleja cómo las presiones inflacionarias moldean los hábitos de consumo y reconfiguran la estructura del mercado alimentario. El reto está en equilibrar la accesibilidad económica con la salud nutricional y el sostenimiento de los sectores primarios, evitando que la inflación erosione tanto la dieta como la economía local.
Esta humilde economista nuestra preocupación por el cambio de hábitos alimenticios. Una dieta saturada de productos procesados y ultraprocesados va a acabar generando un mayor gasto a la Seguridad Social. Habrá más enfermedades que se podrían evitar consumiendo dieta mediterránea. Que tome nota el Gobierno de España.
-------------------------
MARÍA REY
ECONOMISTA
--------------------------
--------------------------

No hay comentarios:
Publicar un comentario