La inflación no respeta la comida de las mascotas que llenan de alegría las casas de muchas personas. La comida de los perros no se salva de esta tendencia al alza, que avanza a pasos agigantados hacia el descontrol total.
Durante el confinamiento de la pandemia, la soledad llevó a muchas personas a adoptar una mascota. Un pequeño perrito hacía más llevaderas las horas interminables de encierro continuado. Se estima que las adopciones de perros crecieron un 300% y las de gatos superaron los 400%.
No esperaban los adoptantes de perros y gatos, que después de la pandemia del coronavirus, el individuo Putin decidiera hacernos la guerra a todos en Ucrania, desatando la inflación mundial. De haberlo sabido, tal vez hubieran dejado el perro adoptado sin adoptar.
Ahora, los dueños de canes y felinos, están sufriendo una inflación del 80% en alimentación para mascotas. Es mucho gasto para muchas y muchos. Los más desalmados cortan por lo sano y abandonan a sus pobres mascotas a su suerte. Se percibe un mayor abandono animal según se va incrementando la inflación.
Afortunadamente, el abandono de los animales domésticos no es una tendencia mayoritaria. En muchas familias, se aprietan ellos el cinturón para que a sus mascotas no les falte un alimento de cierta calidad, en cantidades suficientes.
El Gobierno sigue indiferente al problemón de la inflación generalizada que estamos viviendo. Cada día somos más pobres. Nos estamos convirtiendo en un país de ciudadanas y ciudadanos empobrecidos. Ni siquiera vamos a poder comprar el saco de pienso que necesita nuestro perrito que nos mira con carita de hambre.
María Rey
Economista
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