La elevada inflación sigue su curso. Cada día vemos como la subidas de los precios de alimentación y energía siguen haciéndose notar. El Instituto Nacional e Estadística habla de un 10,08 en julio.
Vamos a ver la inflación de la tortilla de patatas, comida típica en las casas y bares de esta España nuestra. Estos serían los incrementos de los precios de sus ingredientes:
-Patatas -------------------------------------------- 14%
-Cebolla ---------------------------------------------13,7%
-Huevos -------------------------------------------- 29,3%
-Aceite de oliva------------------------------------ 40%
-Electricidad --------------------------------------- 40%
El pincho de tortilla española no lo vamos a comer a palo seco. Sumemos los aumentos inflacionistas de los acompañantes:
-Pan --------------------------------------------------- 15%
-Cerveza ---------------------------------------------- 10%
El coste de una tortilla de patatas es de un 36% más que antes de la pandemia. Pero no todo ese incremento de precio va a manos de los proveedores de mercancías.
Fijémonos en los productores de patatas. Venden el kilo de patatas a 20 céntimos a los intermediarios y el consumidor final compra ese kilo de patatas a 1,51 céntimos. El precio de las patatas ha subido un 656 %. Ser intermediario en el negocio de las patatas es todo un chollo.
La crisis inflacionista sigue. También sigue el presidente del Gobierno de España sin hacer nada. Se puede hacer mucho más que abaratar los abonos del transporte público de viajeros y echar la culpa de esta espiral de inflación a la invasión de Ucrania y a la crisis energética. Por ejemplo, controlar las variables endógenas. Empecemos controlando el enriquecimiento de los intermediarios en el mercado de las patatas y de otros productos alimenticios básicos en la dieta de una persona.
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