Ser camarera de piso es un trabajo duro. Siempre haces lo mismo y siempre necesitas fuerza física para hacerlo. También necesitas fuerza mental para aguantar día tras día las tareas que te encomiendan. Que nadie piense que limpiar un hotel, una residencia o un hospital es como limpiar en tu casa. Se te multiplican las camas, las mesas, los armarios, los suelos, los cuadros que adornan las paredes, los cristales que se vuelven superficies pringosas, los baños que recogen la suciedad más íntima de las personas...
Ser camarera de piso es hacer una tarea penosa que se multiplica exponencialmente. Y todos los días haces lo mismo. Si a esto añades una gobernanta o gobernante que va detrás tuya buscando polvo con el dedo acusador o encontrando cristales que no le parecen perfectos en brillos correctos, estás a punto de tirar la toalla todos los días.
Muchas veces piensas que debería encargarse de la limpieza un robot. Imaginas una señora o señor de metal haciendo camas, limpiando aseos, sacándole brillo a las cristaleras... Por eso no entiendes que las camareras de piso de Benidorm quieran seguir siendo esclavas y no acepten la ayuda de los robots para aligerar sus cargas.
Así es. Las camareras de piso en Benidorm han alzado la voz frente a las recientes iniciativas que buscan introducir robots como apoyo en sus labores diarias. Aunque la medida se presenta como un avance tecnológico para aliviar la carga física de este colectivo, las trabajadoras la califican de "lenta y simbólica", sin impacto real en sus condiciones laborales.
Este sector, compuesto mayoritariamente por mujeres, representa cerca del 30% del empleo en el turismo español, según datos de Mutua Universal. Las tareas que realizan —limpieza de habitaciones, hacer camas, reposición de productos— implican altos niveles de esfuerzo físico, posturas forzadas y movimientos repetitivos que derivan en dolencias musculoesqueléticas y riesgos psicosociales.
A pesar de los estudios ergonómicos y las recomendaciones para mejorar sus condiciones, como el uso de camas elevables o carros motorizados, las trabajadoras denuncian que la implementación de estas tecnologías es mínima y superficial. En palabras de una portavoz sindical: "Nos traen un robot para llevar sábanas, pero seguimos agachándonos 200 veces al día. No es solución, es escaparate."
Además, el Instituto de las Mujeres ha publicado informes que evidencian la precariedad laboral del colectivo, con contratos temporales, falta de formación específica y escasa protección frente a riesgos laborales. Las camareras reclaman medidas estructurales, como la reducción de carga de trabajo, reconocimiento profesional, y mejoras salariales, antes que una robotización que consideran más estética que funcional.
Se ve que las liberadas sindicales se han olvidado de lo difícil que es empujar el carro de la comida sin que alguna bandeja acabe en el suelo. También se han olvidado del esfuerzo que supone empujar el carro de la ropa perfectamente doblada, desde lavandería hasta la planta correspondiente. Robotizar los carros haría más fácil la dura vida de una camarera de pisos.
En todo caso, tienen razón las representantes sindicales de las camareras de pisos de Benidorm cuando dicen que es necesario reducir la carga de trabajo. Cada vez contratan menos. Cada vez las trabajadoras tienen más tareas para realizar. Cada vez, también, hay más bajas laborales.
Por eso está humilde economista reclama unas condiciones laborales más humanas para las camareras de pisos y reclama también la robotización total de las tareas más tediosas. No le tengamos miedo a la tecnología. Un carro motorizado está para ayudarnos. Temamos la esclavitud, la penosidad del trabajo. Temamos la falta de reconocimiento de la sociedad hacia las trabajadoras y trabajadores que estamos realizando los trabajos más duros en el sector primario.
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